Artículo de Opinión - De todo un poco

 

Seguramente con alguna carencia, pues ni soy veterinario, ni biólogo, ni ingeniero de montes. Y dado que mi preparación y ocupación es otra muy distinta, que bucea entre leyes, economía y procedimientos, quiero en esta ocasión, con la ayuda de la experiencia propia, de la experiencia  de otros que saben más que yo, así como con la ayuda de los técnicos y asesores con los que cuenta la Federación de Caza de Castilla-La Mancha, tocar arrebato y poner de manifiesto, o cuando menos recordar lo bueno de la actividad cinegética, en todos sus aspectos: social, económico, deportivo, conservación, etc.

 

 

 

 

Pues, por muy obvio que parezca, y por mucho que lo sepamos los propios cazadores, tenemos el problema endogámico de contarnos las cosas a nosotros mismos, cuando lo lógico sería contarlo a la sociedad en general, a los profanos en el arte venatorio, a las administraciones que muchas veces desconocen el porqué de algunas cosas. E incluso, por qué no, a nuestros detractores, muchos de los cuales, con toda seguridad nos vilipendian desde un total desconocimiento, pues ahora más que nunca rige entre los grupos animalistas el dicho de aquel que decía: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, y en verdad que a ello se afanan.

Hace unos días nos desayunábamos con la noticia de que la recientemente nombrada ministra de transición ecológica se reunía con representantes de PACMA, partido político cuyo ideario anticaza es claro.

Igualmente, también recientemente Ecologistas en Acción publicaba un informe, a nuestro juicio totalmente sesgado e interesado, sobre el impacto de la caza en el Estado español, considerando que la caza impacta contra el equilibrio natural y la economía rural, algo inaudito y carente de toda lógica.

Sin ningún género de dudas, podemos afirmar la importancia económica que la actividad cinegética tiene para Castilla-La Mancha en particular y para toda España en general, son datos objetivos, auditados y que no permiten negación ni tergiversación.

La caza mueveen Castilla-La Mancha más de 634 millones de euros y en toda España casi 6.500 millones de euros, según los estudios publicados por la FUNDACIÓN ARTEMISAN auditados por la consultoraDELOITTE.

La caza genera casi 24.000 puestos de trabajo en Castilla-La Mancha y más de 186.000 empleos a nivel nacional.

El retorno fiscal para la Administración autonómica, vía impuestos, es de casi 57 millones de euros, y a nivel nacional el retorno vía impuestos se traduce en 614 millones de euros.

Las cifras por sí solas son abrumadoras. 24.000 familias Castellano-Manchegas viven de la caza, o, al menos la actividad cinegética ayuda a su economía familiar.

Algunos pueblos de nuestra Comunidad viven exclusivamente de la caza y de la poca agricultura o ganadería extensiva que permite su orografía.

Cazadores, rehaleros, ojeadores, postores, secretarios, organizadores, titulares, industria cárnica, hostelería, hospedaje, gasolineras, comercio de ropa y complementos, guarnicionería, taxidermia, cartuchería y sector armero, técnicos e ingenieros, asesores, etc. son sólo algunos de esos puestos a los que extiende sus tentáculos la actividad cinegética.

Y dentro del volumen de cifras antes comentado, obviamente cobra especial importancia, la caza social, la caza de los pueblos, de pueblos donde solo se vive de la caza y de la poca agricultura que permite su terreno, las sociedades de cazadores locales, en definitiva el cazador de a pie, que con su modesta aportación, temporada tras temporada, siempre segura, ayuda a que el montón sea más grande.

Nosotros los cazadores ayudamos a la agricultura, quitamos daños, producimos carne, generamos riqueza en la región. Nosotros cuidamos el campo y las especies, de hecho, anualmente los cazadores invertimos 15 millones de euros en mejoras en el medio natural.

¿Quién rellena bebederos en verano?, ¿quién aporta alimentación en épocas de escasez?, ¿quién invierte en arreglar caminos, vallados para cultivos o para separar la fauna silvestre de la cabaña ganadera, etc.?

¿Quién crea zonas de reserva donde no se caza?, ¿quién realiza de cultivos expresamente para la fauna cinegética?, ¿Quién establece cupos mediante Planes de Ordenación Cinegética, incluso más restrictivos que las propias Órdenes de Veda?, ¿Quién adopta y realiza medidas para control de poblaciones o para el control de predadores, etc.?

Los cazadores realizamos mejoras de hábitat, como instalación de comederos y bebederos que no solo redundan en beneficio de especies cinegéticas, sino que también ayudas a otras especies no cazables como numerosas aves esteparias, linces, etc.

Los cazadores recuperamos y mantenemos en condiciones de uso caminos, pistas y cortafuegos, creamos infraestructuras anti-incendios (charcas, depósitos, etc.).

La actividad cinegética fomenta y prima económicamente la realización de prácticas agrícolas respetuosas con las especies cinegéticas, como creación de caballones, zonas de siembrasin tratamientos, mantenimiento de lindes y ribazos, no realizar labores de cosechado o empacado nocturno, el no levantamiento prematuro de rastrojos, etc.

La caza contribuye, por no decir que es el único medio, para la evitación o minoración de daños a la agricultura producidos por la fauna silvestre, en particular controla la superpoblación de conejos en determinadas zonas de la Mancha albaceteña, ciudadrealeña y toledana, y en la Manchuela conquense; y controla especies de cérvidos como corzos y ciervos en zonas de Cuenca y Guadalajara.

La caza contribuye a la evitación de accidentes de tráfico con la fauna de caza mayor.

Se contribuye a la conservación de las especies, valgan como ejemplo los cotos donde se ha reintroducido el lince o cotos que albergan especies emblemáticas como el águila imperial y águila real.

Pero la actividad cinegética, no sólo cobra importancia a nivel económico, sino que también debe ponerse de manifiesto su importancia social y su interrelación con otros sectores económicos, como el sector servicios, el turismo, etc.

Porque la caza es progreso, la caza es economía, es desarrollo rural, es fijar población en los pueblos, es creación de empleo, es gestión medioambiental, es desarrollo social, es la transmisión de valores, es la unión del padre y el hijo, el abuelo y el nieto, la cuadrilla de amigos, la caza es deporte, es salud, fomenta valores como el compañerismo, el alegrarse del éxito ajeno, la superación, la inteligencia –la partida entre el animal y el hombre–, la tradición de nuestros pueblos, nuestra cultura e idiosincrasia, queramos o no la caza está en los genes del hombre desde miles de años.

Nosotros, los cazadores y tiradores pagamos nuestras licencias, nuestras matrículas de cotos, tasas administrativas, veterinarios, hoteles, combustible, alimentación, nosotros pagamos por usar el campo, y sólo los días que se nos autoriza y además reinvertimos en él, cosa que otros colectivos ni pagan por usarlo ni ayudan a conservarlo, porque, aunque parezca mentira, el campo tiene dueño.

La caza no sólo es políticamente correcta, sino que es totalmente necesaria, además de ser una actividad legal y totalmente reglada, siendo la legislación española de las más restrictivas de Europa. Los cazadores compartimos y compatibilizamos el uso del medio natural con otros usuarios, con otras actividades, y las aceptamos, por ello, exigimos el mismo respeto a nuestra actividad.

Por otro lado, lejos de las falsas acusaciones de colectivos animalistas, el cazador es quien más cariño tiene por sus perros, de la raza que sean, de muestra, galgos, rehalas, etc., por lo que ha de desterrarse de la conciencia social la relación de caza y maltrato de perros.

Y no lo digo yo, lo dicen los informes oficiales del SEPRONA que, con un carácter totalmente objetivo, deja bien a las claras que de los perros abandonados sólo un 12% aprox. son perros de caza.

Como ya apuntó hace tiempo José Luis Garrido, en una de sus habituales publicaciones en la revista FEDERCAZA: A ningún cazador le van a inducir más cariño por sus perros, ni le van a hacer compadecerse del sufrimiento animal innecesario, porque esos sentimientos forman parte de nuestra alma de cazador racional.

Empecé diciendo que mi actividad profesional se desenvuelve entre leyes y procedimientos, por ello, y para finalizar, no puedo dejar de denunciar el despropósito que supone la Ley 9/99 de Conservación de la Naturaleza de Castilla-La Mancha, que raya incluso la inconstitucionalidad, al vulnerar directa y flagrantemente la presunción de inocencia y el derecho de defensa de los titulares de cotos, y de la cual se sirven determinados radicales para amparar sanciones de manera arbitraria y carente de prueba. Ruego a nuestros legisladores que revisen dicho texto legal, pues en casi 20 años de vigencia, ha podido comprobarse que la misma daña más que beneficia y que no cumple su objetivo.

Para terminar, quisiera manifestar el más absoluto rechazo a las declaraciones efectuadas por representantes de la Sociedad Albacetense de Ornitología (SAO) y Ecologistas en Acción de Albacete, en las cuales manifestaban, que la caza es el factor causante del declive de la tórtola común.

Manifestaciones, que a nuestro juicio, sólo obedecen a un claro interés económico “prosubvención”, así como al odio y sectarismo a que estos grupos nos tienen acostumbrados, que sólo saben atacar a los cazadores y confundir a la opinión pública, con el solo objetivo de fomentar la prohibición de cualquier tipo de caza.Obviando que somos los cazadores, los que estamos poniendo en marcha actuaciones para el fomento y conservación de especies silvestres y en el caso particular de la tórtola, recientemente se ha  publicado el programa PIRTE, de la Fundación Artemisan, de la cual forma parte la Federación de Caza de Castilla La Mancha.

 

AGUSTÍN RABADÁN.- Presidente de la Federación de Caza de Castilla La Mancha